ROBERT JOHNSON (Devil at the crossroads)
Me senté en el sillón y encendí el aparato que ningún mexicano de clase media baja deja de tener en su sala: una televisión inteligente —más inteligente que yo, pues gasté dinero que no tenía para comprarla y ni tiempo tengo de verla—. Era domingo y tendría, quizá, un par de horas libres que gastar frente a la televisión. El plan era ver Searching for Sugar Man, película que me han recomendado desde hace mucho… pero ya no estaba, si es que alguna vez estuvo, en la plataforma de la ”N”. Sin embargo, la búsqueda arrojó una interesante recomendación, ReMastered: La encrucijada del diablo, un documental sobre Robert Johnson, aquel mítico “blusero” que vendió su alma al diablo. Supongo que a todo humano que le guste el rock también le gusta el blues o, al menos, a gran parte. El punto es que dicho documental me despertó más interés que seguir buscando la película “Buscando al hombre azúcar”. Así pues, preparé un café tan negro como Robert Johnson, le puse “play” y engordé los bolsillos de Netflix.
Es difícil no hacer de esta pequeña reseña una biografía de Robert Johnson, pues, literalmente, de eso se trata la cinta —¿podría tratar de otra cosa?—. Sin embargo, se puede hablar de cómo cuentan la historia y quiénes la cuentan. Entre las personas involucradas en el desarrollo del documental, considero, dos podrían ser los más destacables —sin que éste adjetivo refiera a relevancia—, uno es el mismo nieto de Robert Johnson y el otro es Keith Richard —quién tiene casi nula relevancia en el mediometraje—. La cinta también integra fragmentos de videos donde el hijo de Johnson y otros “hombres blues”, que compartieron escenario con él, cuentan momentos y experiencias con el guitarrista. Dicho esto, que prácticamente es nada, podemos darnos un clavado muy superficial, chapotear, en la vida de Johnson.
Robert nació un 8 de mayo de 1911 en Mississippi y murió en 1938 en el mismo estado; para el observador será evidente que murió a los 27 años, quizá el primer miembro del club de los 27. Nieto de esclavos, vivió sus primeros años de un lado a otro sin conocer a su padre biológico, una inestabilidad que lo acompañaría hasta su último respiro. Desde pequeño rechazó la vida de jornalero y decidió vivir como músico. En un principio se destacó por ser mal músico. En sus primeras presentaciones en bares lo solían bajar del escenario, pero desapareció por un tiempo —como Jesús— para regresar más poderoso —como Gokú—, siendo otro hombre, otro músico, un buen músico. Es aquí donde surge el popular mito de su vida y muerte: logró ser excelente músico porque le vendió su alma al diablo, cambió su alma por talento. Algunos dicen que por dicho arreglo su muerte fue trágica y a corta edad.
Otros detalles a comentar del documental son la relación que señalan entre sus letras y el vudú, su enorme talento musical —parecía que la guitarra la tocaban dos personas: eran solo él y su enorme talento—, que no hay canción de rock o blues que no tenga acordes suyos, que aprendió a tocar en el panteón —lo que ayudó a afianzar el mito de su arreglo con el innombrable, el maligno, el chamuco😈— y que solo se conocen dos fotos de él.
El documental dura tan solo 48 minutos, es corto como su vida, por lo cual la reseña no debería extenderse más. Después de verlo me di cuenta que el documental pertenece a una serie de documentales producidos por Netflix que hablan sobre la vida de algunos músicos. Quizá, si valen la pena, haga reseña sobre alguno de los otros capítulos; de no ser así, seguiré buscando a Sugarman.
Por : Ruy Felix