La familia de Echeverria, a un gran viaje se piró…

Normalmente, cuando una persona fallece, los conocidos que tuvo en vida se dedican a hablar de ella exaltando sus virtudes y dejando de lado los defectos; pareciera que cuando la muerte los envuelve con su manto, hace olvidar todo lo malo que hicieron en vida.
Pero, ¿Qué pasa cuando el finado resulta ser indefendible?
Hoy se apagó la vida de una de las más nefastas figuras del presidencialismo mexicano del siglo XX, un hombre que fue pieza fundamental en la censura y clandestinidad que sufrió el rock mexicano y por ende, las manifestaciones culturales juveniles.
Luis Echeverria nació en Cuernavaca en enero de 1922, ingresó a la política nacional en 1946 como secretario de Rodolfo Sánchez Taboada.
Durante el sexenio de Díaz Ordaz, ocupó el cargo de secretario de Gobernación, es decir, fue el encargado de la política interna del país, donde compitió con su patroncito a ver quien era mas represor.
Se dice que el numero de la bestia es el 666, pero en México sabemos que es el 68, pues en ese año la bestialidad invadió los cuerpos policiales y se reprimió con dureza a la juventud.
Pero aun así, el rock se medio toleraba, ese año nacieron bandas como Three Souls in my Mind que inmortalizarían a Echeverria y sus fechorías económicas y sociales en muchas de sus canciones, sobre todo en, «Nuestros impuestos», de 1976.
Ese convulso ambiente nacional nos dio grandes bandas, como los Dug´s Dug´s, La Tinta Blanca, Bandido, Peace and Love, Love Army, El Ritual, La Revolución de Emiliano Zapata, La Fachada de Piedra y muchas otras que omitimos por falta de espacio y no de calidad. Estas bandotas rompían con el rockanroll meloso de Guzmán, quien dicho sea de paso, se quiso abrir camino en esa nueva etapa maciza del rock regrabando sus éxitos en versión más pesada.


Pero esta efervescencia rockera de la Onda Chicana, era solo tolerada, más no apoyada; solo a los hijos de influyente se les permitía acceso a los toquines chidos, cómo aquel de 1969 en la Colonia del Valle, en donde el Rey Lagarto y compañía deleitaron a los juniors.
Pero, lo que condenó al rock mexicano a las mazmorras fue una sonora mentada de madre junto con la canción de la «hierbita alegre» en la transmisión del Festival de Rock y Ruedas de Avándaro, meses después del Halconazo ordenado por Echeverria para detener el avance rockero comunista, por Telesistema Mexicano; por orden superior los medios de comunicación satanizaron el evento, la fuerza policial hacia redadas, los sardos metidos en la Guerra Sucia donde las víctimas de desaparición eran jóvenes y el rock se refugió en los hoyos Funky. Echeverria, el sepulturero del rock nacional ha muerto, Dios lo tenga a fuego lento.

Por : César Ávila

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